martes, 28 de agosto de 2012

Sobre el amor



 “El que no ama tiene sobre el que ama la ventaja de conservar su buen sentido”. 

Eso lo leyó hace exactamente 10 meses en el Fedro de Platón, y como buen detractor del enamoramiento, le dio la razón. Decía que no comprendía por qué las personas actuaban de manera tan irracional cuando se enamoraban y criticaba un poco la conducta de sus amigos, quienes se habían alejado de él por tener novia. Para él, todo lo relacionado con el amor se trataba de una cuestión cultural, de una construcción social con la que se mantenía el statu quo.


Un día, escuchando a Ella Fitzgerald, se acordó de esas conversaciones que últimamente estaba teniendo todos los días con la misma persona; sonrió. Con el tiempo, cada vez que miraba al lado derecho de la pantalla, esperaba ver la foto de ella, acompañada del botón verde, que indicaría su “disponibilidad para chatear en Facebook”. Y así… de repente se preguntó el porqué del aumento en su frecuencia cardiaca, del nerviosismo al verla, y de las ganas de retomar la conversación que habían dejado pendiente.


La respuesta era sencilla: Se trataba de un proceso bioquímico, que iniciaba en su corteza cerebral y que influiría completamente en su cotidianidad. Los niveles de feniletilamina, dopamina y oxitocina se incrementaban considerablemente en su organismo, generando un cambio radical en la racionalidad de la que tanto se jactaba. 


Su cuerpo entonces, a raíz de un cerebro inundado de neurotransmisores, se apoderó de su fuerza de voluntad; estaba enamorado. Dijo un escritor griego, “Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está enamorado”; y en efecto, el cuerpo lo delató.

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