miércoles, 30 de marzo de 2011

Collage para la clase de Informática I

domingo, 13 de marzo de 2011

El Segundo Sexo

Después de leer a Simone ¡he quedado encantada!
He aquí un documental sobre "El segundo sexo".




sábado, 12 de marzo de 2011

El asma

Muchos de los recuerdos de mi infancia, se caracterizan por estar relacionados con lo lúgubre, blanco, esterilizado y las inyecciones. Sucede cuando uno nace predispuesto a padecer una afección por cuestiones de la genética y los padres no se fijan en ello al tomar la decisión de procrear. En mi caso, se desarrolló el asma cuando tenía menos de dos años de edad.

Tener asma implica cosas. Muchas cosas. No se puede correr bajo la lluvia, no se sale en las noches, no se pueden tener mascotas, ni peluches, ni libros que guarden ácaros; solo amigos imaginarios. No se puede tomar cosas frías y por ende, mucho menos se pude comer helado. Ésta, la última de las condiciones que recuerdo sí me afecto bastante, ya que todos los días pasaba por mi casa un carro de helados que ofrecía sus apetitosos productos y yo, a diferencia de todos los niños, tenía que abstenerme.

Me hospitalizaban constantemente, y culpaban a mi “descuido” de ello, sin embargo, conforme fui creciendo, me di cuenta que no era del todo mi responsabilidad. Había otros factores que me hacían enfermar, los cuales no tenían remedio ni control y por eso era imposible evitar enfermarse, sobre todo a fin de año. Iniciándome en el conocimiento “a priori” en aquel entonces saqué una conclusión a partir de las siguientes premisas:

Quisiera comer helado
Si como helado, me enfermo.
Me enfermaré a fin de año inevitablemente
Comeré helado a fin de año porque de todas formas me voy a enfermar.

Entonces, cuando tenía 7 años decidí comer helado. Camine hacia una tienda (no podía ser la de la cuadra porque me reconocerían y le contarían a mis padres), una que estaba “lejos” de mi casa. Llevé ochocientos pesos que había escondido durante un buen tiempo al igual que mis ahorros y compré un helado. Era grande, cubierto con chocolate, y su empaque me resultaba llamativo. Mientras lo pagaba, pude sentir como pocas veces, algo que me atrevo a denominar “éxtasis emocional”. Camine un poco, me escabullí entre unas bicicletas y me senté cautelosamente. Miraba hacia ambos lados para estar alerta por si “algún conocido” me descubría. Abrí el empaque, lo guardé en uno de mis bolsillos a pesar de que tenía hielo en algunas partes, observé la forma del helado y simplemente lo devoré lentamente.

Llegué a mi casa, encendí la tv, me acosté como de costumbre y justifiqué mi salida con “necesitaba tréboles para una tarea de biología”. Sin nerviosismos. Pasaron unos días y descubrí algo nuevo: “no me enfermé a pesar de comer helado, todo fue una vaga creencia que me infundieron”. Decidí entonces, hacerlo por el resto de mi vida y a pesar de que un par de semanas después estuve en la clínica (por la temperatura de noviembre, el cambio de clima y esas cosas) aún continúo haciéndolo. Mi conciencia muchas veces me traicionó por medio de los sueños, pero aprendí a vivir con eso. Y así, conocí la clandestinidad.

"Escena de mi vida", para un taller de lectoescritura.