lunes, 29 de abril de 2013

Pasos para volarse la cabeza




Primero. Dejar una carta mencionando el porqué de los hechos, contando con ciertos detalles escabrosos las causas por las que uno ha decidido volarse la cabeza: los dilemas metafísicos que aparecen todos los putos días, el desinterés por las relaciones interpersonales, la escasez de motivaciones que le impiden a uno cada vez más ser alguien funcional, etc… lo de siempre.

Segundo. Buscar el arma que le permitirá volarse los sesos, irónicamente para dejar de devanárselos todos los días con el pensamiento.

Tercero. Encontrar el instante en el que tanto la euforia (el deseo de hacerlo) como la racionalidad (las razones que lo justifican) confluyan de tal manera que ambas se compaginen, pues suele pasar que cuando se está en un momento de euforia algo lo trunca: o llega compañía, o hay un atardecer bonito, o suena la canción que le recuerda que hubo un pasado mejor... En el caso contrario, las razones están claras pero falta la euforia, y sin la euforia se pierde el impulso, las ganas, la intensidad del acto.

Cuarto. Una vez se hayan seguido los anteriores pasos a cabalidad, se procede a jalar el gatillo. Esta vez, sólo se requiere de un par de procedimientos algo mecánicos: tomar aire (que siempre se hace), cerrar los ojos (como intentando perpetuar un parpadeo) y ya!


*La otra posibilidad, es imaginarlo y escribirlo. El lenguaje tiene la capacidad de hacerle perder la intensidad corporal a todo, de ahí que una vez escrito, la vehemencia se pierda y un cuerpo deseoso de despojarse de sus propios sesos pierda el interés y desee otra cosa. Así funciona el lenguaje en el cuerpo y el cuerpo en el lenguaje.